La teoría propuesta en la publicación Violencia, política y religión: una teoría general de la radicalización violenta permite extraer algunas conclusiones sobre los terroristas judíos encarcelados, por una parte, y los suicidas palestinos, por otra.
Los terroristas judíos (según un amplio estudio de Arie Perliger y Ami Pedahzur en el que manejaban una base de datos con gran cantidad de información) proceden de comunidades previamente radicalizadas que no justifican el uso de la violencia, pero que rechazan frontalmente toda forma de vida que ponga en jaque su viabilidad cultural. Dentro de esos contornos culturales cerrados, la radicalización violenta se produce a través de grupos contraculturales muy estrechos, de amigos y familiares, compuestos por personas que se identifican de manera fortísima con la comunidad mayor dentro de la que se encuentran.
Estos grupos pequeños interpretan los acontecimientos exteriores, sobre todo los procedentes de Palestina, como una amenaza para su supervivencia. Cuando los líderes de la comunidad más amplia de referencia interpretan esos eventos como una amenaza real para la persistencia del grupo, aquellos individuos con mayor disponibilidad biográfica (jóvenes, solteros y sin hijos), a través de interacciones estrechas con amigos y familiares, pueden dar el salto hacia la violencia más fácilmente.
La dimensión religiosa
En cuanto a la dimensión religiosa, tanto en un trabajo previo publicado por el Centro de Investigaciones Sociológicas en 2016 como en otros artículos de revistas, mostré que la sacralización del conflicto palestino israelí y la fusión del sionismo nacionalista y el religioso, gracias a rabinos como el Rabi Kook, favoreció la estrategia expansiva de algunos colectivos judíos para ocupar todo el territorio palestino. Nos encontramos ante un fenómeno social vinculado a la religión para cuya comprensión se requieren, tal como propusimos en un trabajo reciente, claves procedentes tanto de la religión como herramientas y conceptos heurísticos propios de las ciencias sociales.
En cuanto a los terroristas suicidas de grupos tales como Hamas, se han planteado muchas hipótesis. Los ataques suicidas se han usado desde hace mucho tiempo como herramienta de presión política. Esta parece bastante efectiva para lograr objetivos políticos a corto plazo, razón por la que se ha usado tanto hace miles de años (los zelotes judíos, bajo el Imperio romano), como en tiempos recientes (kamikazes japoneses o yihadistas de Al-Qaeda). En otras palabras, los ataques suicidas son una estrategia de los grupos políticos que no tienen posibilidades de éxito en una confrontación directa.
También se sabe que responden a estrategias políticas calculadas y que tienen resultados efectivos: ejercen influencia en las democracias porque presionan a los ciudadanos para que los gobiernos hagan concesiones y logran éxito en la competición por la atención de una población de grupos rivales con fines similares, ya que muestran gran compromiso con la causa.
¿Se transmite este tipo de violencia genéticamente?
Incluso, analistas sociales que parten de marcos “biologicistas” evolutivos plantean que estos comportamientos, en lugar de representar conductas mal adaptativas, podrían suponer actos que incrementan la probabilidad de transmitir la genética familiar.
Los economistas, en el pasado, atribuían a la pobreza las causas de los ataques terroristas suicidas. Sin embargo, los datos empíricos indican que los suicidas suelen venir de clases medias y, en los casos palestinos, tener más educación que la media de la población. No obstante, provienen de barrios más pobres y de países con mayor pobreza.
Desde la teoría de la evolución, en cambio, tal como se señalaba, se suele decir que los ataques suicidas son respuestas mal adaptativas que responden a ficciones, ya sea por una promesa de recompensa y reciprocidad, pero en el otro mundo, o por una manipulación por parte del grupo terrorista para que parezca que se sacrifican por una familia, el grupo, lo que haría que se usasen referencias que hagan parecer que el grupo es una familia.
El uso de uniformes, cortes de pelo similares, el uso de expresiones tales como hermanos o hermanas, la creación de grupos solidarios cerrados y alejados responderían a esta estrategia. La ficción estaría relacionada con la noción de que los genes familiares se seguirían transmitiendo.
Suicidas de clase media y trabajo estable
En definitiva, según la base de datos usada por Aaron Blackwell, la mayoría de los suicidas palestinos procede de clase media trabajadora con ingresos regulares y un trabajo estable. La población palestina apoya mayoritariamente este comportamiento suicida y, curiosamente, quienes tienen mayores niveles educativos lo apoyan más y quienes están en condición de desempleo lo apoyan menos. Los lugares de los que proceden son algo más pobres (pero no los más pobres) y tienen altos niveles de desempleo. Otro factor importante es el número de hermanos: las familias más grandes producen más suicidas.
Aunque tanto el suicida como la familia se benefician del acto, la familia se beneficiaría un poco más por lo que, si se aplica la teoría de la acción racional, se vería natural que apoyen estos comportamientos. La religión también parece importante, ya que el 83 % de los suicidas palestinos son religiosos. Por último, la mayoría de los suicidas de la muestra, por un lado, había experimentado un fuerte agravio moral producido por arresto, maltrato o abuso familiar por parte de las autoridades israelíes o había participado previamente en otras actividades violentas de menor escala.
Terroristas judíos sin tolerancia a la frustración
El relato de ambos grupos, terroristas judíos y suicidas palestinos, ilustra cómo funciona la estructura moral y la inserción en una comunidad de sentido (los ejes de nuestra teoría). En cuanto a la estructura moral, se ha podido observar cómo en el proceso de radicalización de los terroristas judíos había una interiorización de conceptos y convicciones, unos patrones de conducta adquiridos en un proceso de socialización, una inteligencia emocional baja que dificultaba la gestión de la frustración y de la sensación de amenaza y cierta visceralidad que nubla la capacidad de prever las consecuencias de los distintos cauces de actuación.
Del mismo modo, la emergencia de suicidas palestinos se vincula con algunos conceptos: la concepción de que el recurso al terror y a los ataques suicidas es la estrategia más efectiva para luchar contra el Estado judío hace que los familiares puedan tener la convicción de que mejorar su vida económica justifica el sacrificio de un integrante de la familia por el grupo. Asimismo, los suicidas han observado esa pauta de comportamiento en otros amigos, familiares y personas del entorno inmediato a lo largo de su vida, por lo que esa conducta les resulta cercana.
Además, las pautas emocionales y de pensamiento automáticas generan respuestas que favorecen los ataques suicidas: odio y resentimiento, deseo de venganza. La capacidad de prever las consecuencias de las acciones propias y ajenas también opera en el proceso de generación de terroristas suicidas, tanto cuando se prevé que haya consecuencias económicas positivas, como cuando probablemente no se logra anticipar el dolor que experimentará la familia como resultado de la muerte de un familiar tan cercano.
Todavía es más clara la forma en la que opera la dimensión de la comunidad en la radicalización violenta de terroristas judíos y de palestinos suicidas. En el caso de los terroristas judíos, en primer lugar, se fraguan en el contexto de comunidades fundamentalistas ultra ortodoxas relativamente aisladas de la sociedad circundante. En segundo lugar, aquellos jóvenes sin ataduras, sin arraigos tan fuertes a grupos como cónyuges e hijos que se identifican más intensamente con la comunidad ultraortodoxa y que se dejan llevar por interpretaciones de episodios contra ellos en términos de amenaza a la supervivencia de su comunidad, se deslizan hacia grupos todavía más endógenos y alienados desde donde se ejerce y planifica la violencia política.
El sentimiento de hermandad como justificación
En cuanto a los suicidas palestinos, estos también proceden de comunidades y familias fuertes donde el interés grupal y familiar está por encima de la individualidad. Por eso tantos palestinos apoyan este comportamiento violento y autodestructivo.
Por último, incluso una estrategia de los grupos terroristas palestinos (y de otros grupos) a fin de radicalizar aún más a estos jóvenes y eliminar obstáculos para el ejercicio efectivo del atentado suicida es propiciar un sentimiento de hermandad y fraternidad efervescente dotándoles de una indumentaria y estilo uniforme. Así, actuar para salvar a los hermanos de la supuesta extinción es más sencillo.