Entre dos mundos
El alma viaja y trasciende el sentido,
yace en el umbral de dos planetarios:
Uno nuevo, feliz, visionario;
otro antiguo, pasional, muy vivido.
Qué dolor tan solitario el que siento,
al no saber dónde está mi lugar:
En mi cuna, un paraíso, mi hogar;
en Colombia, servir al son del viento.
¿Amado mío, será éste mi fin?
A veces no aguanto más el dolor.
Conviérteme en Tu más dulce clarín.
OH, Rey de mi alma, hazme un fiel delfín
fundido enteramente en Tu calor,
santificado como un serafín.
Degustando la vida
El embrujo de un verso bien entonado
es como el sorbo más fino de la más pura miel;
es el deleite celeste
de almas tiernas que perciben el amor.
El canto matinal de un ruiseñor silvestre,
y el tono melodioso de una fuga de Albéniz,
son las brisas primaverales acariciando las rosas;
son los manantiales perfumados del mundo de Platón.
La dulzura de la oración genuina
es el néctar de la orquídea;
es el polen de la azucena,
que la abeja mece mientras danza hacia el panal.
El vaivén del cerebro y el espíritu
al extraer un poema del corazón, cual perla en ostra,
es un gozo tan eximio…
que en el tiempo inmisericorde pretendo inmortalizar.
A mi padre
¡OH padre que tu vida nos has dado!
Trabajando y con un amor sin par.
De ti mismo conseguiste olvidar,
a tu familia habiéndote ofrendado.
¡OH roble generoso e ilimitado!
Agradecido y sin escatimar,
tu primer hijo intenta recitar
su admiración, respeto no mostrado.
¡OH cupido por nosotros errante!
El mundo efímero tornó a tus pies,
siempre presto a servirnos tan radiante.
¡OH centauro que sólo por nos ves!
Anhelo esta lírica regalarte,
porque te quiero, ahora y después.