Además, quisiera plantear algunas reflexiones sobre el enfoque teórico de las ciencias sociales. Paralelo al curso del desarrollo de este trabajo, he emprendido una lectura más o menos disciplinada de teoría social así como de filosofía de la ciencia. Comprender mejor la compleja naturaleza de la ciencia en general, y de las ciencias sociales, en particular, ha sido un interés constante desde hace varios años, merced a la conexión que, como Gramsci también sostiene, creo que ha de haber entre la ciencia y los esfuerzos por transformar la sociedad y, aunque han sido varios los autores con los que me podido encontrar, quizá hayan sido los planteamientos de Bernstein los que más me han influido. Voy a hacerme eco de algunos de ellos para poner al descubierto la postura que, más o menos acertadamente, he adoptado en lo referente al enfoque teórico de la investigación. He considerado importante detenerme parcialmente en esta cuestión, porque la comprensión de la teoría tiene repercusiones prácticas determinantes en lo que concierne a los programas de investigación propuestos, el elenco de objetos de investigación planteables, la comprensión del rol del teórico y el tipo de contenidos educativos para los programas de formación científica. Si no se hace una reflexión, tratando de ver la investigación desde una perspectiva más amplia, se corre el riesgo de asumir concepciones, valores, supuestos y planteamientos filosóficos de los que uno no es consciente.
Con el fin de facilitar el eje discursivo, voy a ceñirme a la categorización que hace Richard Bernstein en La reestructuración de la teoría social y política. La pretensión empirista de reducir el ejercicio científico a la investigación empírica y factual, pronto se desmontó por las primeras corrientes teóricas de lo que denominaré teóricos empíricos. Estos autores, dentro de los cuales podemos incluir, aunque siempre con riesgo y sin pasar por alto las diferencias entre sus planteamientos, a Merton, Parsons, Smelser o Homans, sostienen la necesidad de la teoría en la ciencia, aunque consideran que la filosofía política y social debería ser eliminada de las ciencias sociales. La teoría social y política debería, según ellos, ser descriptiva, no normativa, y permitir la constatación empírica. El modelo que asumen es el de las ciencias naturales –al igual que lo hicieron los clásicos. Se entiende que la teoría es distinta tanto de la metodología –aspecto que debería discutirse en base a problemas de investigación concretos y no a abstracciones– como del análisis de los conceptos –aunque toda teorización incluye el análisis de conceptos. Algunas de las ideas compartidas por los sociólogos de los 40 y 50 eran que la teoría ha de explicar fenómenos y regularidades mostrando cómo pueden derivarse de los supuestos teóricos; que la teoría ha de ser precisa y determinada para prestarse a pruebas y refutaciones empíricas; que la teoría revelará leyes sociológicas que ameriten adecuadas condiciones de negación en los hechos, así como hipótesis auxiliares aplicables; y que finalmente permitiera hacer pronósticos de los sistemas sociales y del cambio social. En las ciencias naturales, aunque sigue abierto el debate sobre su naturaleza, no se rechazan en términos absolutos las teorías de Newton, de Einstein, de Copérnico o de Galileo, quienes han hecho contribuciones teóricas extraordinarias a la física. Sin embargo, en las ciencias sociales, ninguna teoría ha logrado cumplir los requisitos que los empiristas establecen para determinar la validez de una teoría, ya sea la funcionalista, la de sistemas, o la de la elección racional. Este hecho ha sido la misma causa del cuestionamiento de esta concepción naturalista de las ciencias sociales, aunque algunos de sus defensores mencionen que es porque la ciencia social es joven.
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