Con la noche electoral y el nuevo gobierno suspirando en nuestra espalda, el consenso que más despunta es el manido cliché se requieren consensos. Que la nueva arquitectura del parlamento exige mayor intensidad de diálogo es también reconocido mayoritariamente. Lo que quizá no se reconozca tanto sea la necesidad de capacidades innovadoras para el mismo. Realizar llamamientos al diálogo, al consenso, al acuerdo, no equivale a saber cómo lograrlos. La gobernanza efectiva requiere competencias individuales e institucionales inusitadas para la colaboración, el intercambio sosegado de perspectivas, la búsqueda de soluciones convenidas mediante la deliberación, de avenidas no transitadas en pos del bien común. Sin ellas, con las particularidades del mundo de hoy —que contrastan con la realidad social que había solo unas décadas atrás—, formar gobierno, por un lado, y gobernar, por el otro, es harto complicado. Lo primero se ha logrado; lo segundo exige altura de miras y nuevas competencias cognitivas y afectivas.
En los siguientes párrafos intentaremos esbozar cinco conceptos relacionados con una metodología para toma colectiva de decisiones y para la generación de consensos, probada en la práctica por organizaciones diversas en diferentes partes del mundo, que parece ajustarse a los imperativos de una coyuntura marcada por la complejidad, la interconexión, la tensión entre lo mundial, lo europeo, lo nacional y lo local, la incertidumbre, la diversidad y las amenazas. Aunque tiene similitudes con otros mecanismos de deliberación conocidos, tales como la negociación, la acción deliberativa de Habermas o la asamblea, en lo profundo difiere sustancialmente. Lo llamaremos deliberación consultiva.
La búsqueda de la verdad trascendiendo los planteamientos preconcebidos.
La consulta, especialmente cuando se aplica al ámbito de la política —una esfera social que aboga por gestionar lo público en beneficio de todos—, demanda que las personas o representantes se vean a sí mismos investigando la realidad. Esta posición humilde de búsqueda colectiva favorece una actitud relajada, libre de tensiones y requiere el desprendimiento de gran parte de los planteamientos dogmáticos apriorísticos. La ideología y las concepciones del bien común siempre son algo dogmáticas, pero la actitud de búsqueda permite extraer lo mejor de la ideología y filtrar de ella aquello que inhabilita. Además, enfocar la deliberación de este modo exploratorio, realza la necesidad de equilibrar la fricción entre, por un lado, preparar muy bien los temas de la agenda, con los datos e informes pertinentes y, por el otro, dejar espacios en blanco para una investigación común real, sin fines predefinidos.
El interés particular supeditado al bien común.
La búsqueda del interés particular es legítima siempre y cuando no sea a costa de sacrificar el bien común. Esto que parece natural, se torna extraordinario dentro del actual clima de confrontación y competición, donde lo racional se concibe como la maximización del interés propio. Tomar decisiones colectivas apropiadas y llegar a acuerdos no es factible salvo que se subordine el interés individual o partidista al bien común. Dentro del marco del bien común, los intereses particulares encuentran acomodo. Por muy convencido que uno esté de que su interés o idea personal o grupal es lo mejor para la sociedad, no puede olvidar que lo particular es distinto de lo universal y de lo real.
Las ideas como fideicomiso del grupo.
En una consulta, los integrantes han de exponer sus ideas con generosidad —y eficiencia— y claridad, a fin de asegurar que sus propuestas son comprendidas por el resto. Sin embargo, una vez expuestas las ideas, éstas pertenecen al grupo. Es ahí donde se aceptan, rechazan o modifican, olvidando quién las planteo y evitando poner sellos detrás de aquellas que prevalecen. Sin esta medida, la deliberación colectiva es un choque de egos que aspiran a ser reconocidos.
Coordinación y requisitos individuales.
La consulta posee una dimensión procedimental, técnica, pero se erige sobre personas que se esfuerzan por cumplir ciertos requisitos. Sin ello no funciona. Quienes consultan han de actuar con humildad, exponiendo sus ideas con claridad y libertad, sin insistir, teniendo cuidado de no ofender y haciendo esfuerzos por no sentirse ofendidos. Estos cinco requisitos interiores irremplazables se fortalecen cuando el coordinador de la consulta ejerce bien su función: da los turnos de palabra, acota bien los temas y hace buenas introducciones, intenta rescatar los puntos en común de las intervenciones, estimula la lluvia de ideas y la participación en las primeras etapas, facilita la llegada a conclusiones y consensos después de un tiempo y articula votaciones para llegar a mayorías cuando este no se alcanza.
Apoyo colectivo de la decisión para favorecer el aprendizaje.
Una vez se ha llegado a una decisión, ya sea por consenso o por mayoría, se necesita que el grupo actúe en unidad. De lo contrario, no se puede aprender de las decisiones. ¿Cómo saber si una decisión era buena o mala, si los participantes nunca la llevaron a la práctica con total convicción? Con independencia del planteamiento inicial de cada participante, una vez tomada una decisión, aunque no se estuviera de acuerdo, ésta se ha de apoyar. La generación de aprendizajes colectivos sobre cuestiones políticas y éticas —no técnicas— novedosas, solo puede lograrse de este modo. Casi todas las personas y con seguridad todos los partidos buscan el bien común, la libertad, la justicia social, la paz, la cohesión. En lo que difieren es en los medios para lograr dichas metas.
Si incluimos la amenaza terrorista global, el cambio climático y la erradicación mundial de la pobreza, arrojamos más luz sobre la idea de que los problemas actuales no tienen soluciones predefinidas. Se necesita aprendizaje colectivo e innovación social. Aprender requiere una buena herramienta metodológica para tomar decisiones así como valentía, determinación, generosidad y desprendimiento para apoyar los acuerdos. Por ello, la deliberación consultiva quizá pueda convertirse en una innovación social en el ámbito de los mecanismos de toma colectiva de decisiones y de búsqueda colegiada de la verdad. El hecho de que esté funcionando en la práctica, en diferentes países y contextos, la avala. Su potencial, no obstante, está todavía por explotar.