Así ha cambiado la noche: los efectos de la pandemia en las fiestas navarras
Los fines de semana y con los festejos populares las calles se abarrotan de personas que quieren quitarse las ganas de juerga después de dos años de restricciones. Así ha cambiado la noche en la Comunidad foral
- PALOMA DEALBERT
Publicado el 03/07/2022 a las 06:00
Si usted o alguien cercano ha disfrutado del reestreno de festejos populares y noches de baile en los últimos meses es probable que en la conversación haya salido a relucir que los efectos del alcohol o las drogas son más acusados que antes. Que la gente iba excedida. Entre los profesionales que trabajan a pie de calle cuando la población se encuentra de juerga las opiniones son dispares.
“Hay un poquito la sensación de que hay más intoxicaciones etílicas; desde Semana Santa para aquí hay una especie de incremento, como han repuntado los accidentes de tráfico”, admite Kiko Betelu. El subdirector de Urgencias Extrahospitalarias de Navarra lo denomina un “efecto péndulo”; que hay quienes tratan de recuperar el tiempo perdido y desfogarse, y en los primeros momentos se pasan de frenada.
El número total de asistencias es menor. “Estamos entre el 10 y el 7% por debajo de 2019”, alega el sanitario. Las llamadas por urgencias leves o “no urgencias” han descendido, aunque poco a poco recuperan el volumen previo a la covid. Pero dentro de esos avisos menos cuantiosos “hay un porcentaje mayor relacionado con intoxicaciones etílicas o por drogas”. No obstante, puntualiza Betelu, no se trata de un fenómeno extendido y las personas que se extralimitan “son una mínima parte de la gente que sale y disfruta”. En los próximos meses, sostiene, la situación volverá a ser similar a la de antes: “Dentro de poco ya nos acostumbraremos a que la pandemia ha pasado”.
ÁNIMO BAJO Y DESENFRENO
En los turnos de noche, estos servicios trabajan cada vez más de la mano de las policías municipales. Sobre todo en las poblaciones de mayor tamaño. Los agentes no establecen controles de alcoholemia para los viandantes, pero en localidades como Pamplona y Tafalla mencionan los positivos registrados entre los conductores -alrededor de un 30% más en la capital navarra- como indicativo de que la sociedad ha experimentado algunos cambios tras la llegada de la covid-19. Y temen que se haya producido un retroceso en el trabajo de años para prevenir los accidentes de tráfico.
El sociólogo de la UPNA Sergio García Margariño se remite a otras pandemias a lo largo de la historia para establecer tres fases posteriores a la aparición de enfermedades como la peste o la gripe española. La primera, explica, fruto de las consecuencias psicológicas, políticas y sociales: “Durante un período de tiempo, se habla de cuatro o cinco años, el ánimo colectivo está más bajo ,y además hay que luchar contra la crisis económica”.
Después se despliega “una fase de mayor diversión, consumo, de desenfreno”. Y termina con un renacimiento: “Como la pandemia pone en jaque los sistemas de organización social en todas sus dimensiones, hace que también salga lo mejor en términos de innovación”.
Los avances científicos han “acelerado mucho los procesos”. Por esta razón, señala García, ahora las dos primeras fases confluyen. “El virus sigue por ahí, hace que estemos un poco asustados todavía, nos anticipamos una situación económica bastante difícil… pero al mismo tiempo, como la vacuna ha venido más rápido, tampoco hay una secuelas tan fuertes y sigue habiendo mucho deseo de normalizar la vida, en especial en los jóvenes”, prosigue el sociólogo. Así, en algunos sectores, como el del turismo nacional, las reservas están al completo porque hay deseo de disfrutar, pero en otros ámbitos reina la contención. Se da menos entre los jóvenes porque han estado menos expuestos a las consecuencias biológicas.
A PATADAS EN EL SUELO
Los meses con los locales para salir de marcha cerrados ha servido que se valore su existencia. “Hemos notado un mayor respeto en las discotecas, la gente se ha dado cuenta de que nuestro negocio es importante también”, afirma Carlos Tabar Gómara, presidente de la Asociación de Salas de Fiestas, Baile y Discotecas de Navarra (ASBANA). El consumo de bebida “es igual que antes o incluso menor porque el tardeo se está llevando parte del consumo de noche”. Por lo que esa sensación de mayores excesos, sugiere, puede verse influida porque durante los meses con socialización limitada se edulcoró el recuerdo de las noches de fiesta.
En el interior de las salas, detalla Tabar, no notan diferencias, pero lo que ocurre a pocos metros, en la calle, reconoce, está en boca de todos los profesionales, que son testigos de la multiplicación de los dispositivos de las fuerzas y cuerpos de seguridad: “No sé si los jóvenes han sufrido dos años muy complicados encerrados, un trauma, las drogas o por qué, pero hay un punto más de agresividad”. Las riñas se han recrudecido.
“El ocio dentro de las normas sigue siendo el mismo. Pero la persona que sale a una fiesta más intensa, con consumo de drogas o tienen intención de delinquir van más cargadas de alcohol, drogas, y reaccionan violentamente mucho más fácil que antes”, expone Jesús Estanga Goñi, comisario de Seguridad Ciudadana de la Policía Municipal de Pamplona. El cuerpo ha registrado 303 intervenciones por peleas en la primera de 2022, cuando en el año previo a la pandemia, 2019, fueron 281.
En Tudela las cifras también baten récord. En este primer semestre, a pesar de los inicios marcados por los contagios, han contabilizado 65. Un 40% más que en el mismo periodo de 2021, en el que aún había restricciones. En todo 2019 fueron 129. Y el ensañamiento con que se producen, admite Juan Cruz Ruiz Gómara, jefe de la Policía Local de Tudela, es llamativo: “Muchas peleas han sido en zonas vigiladas por cámaras y se observa una agresividad tremenda, con una personas tirada en el suelo y cuatro o cinco propinándole puñetazos y patadas”. Las contiendas, denuncia el jefe de la Policía Municipal de Tafalla, Alfredo Ondarra, “son cada vez más violentas y se utilizan además navajas y machetes, cuando antes era impensable”, más conforme baja la edad de los implicados.
El comisario pamplonés asegura que es frecuente que los involucrados tengan entre los 18 y 25 años, aunque matiza: “Pero no porque la juventud sea más conflictiva; las personas que están al margen de las normas de ese perfil sí han salido más agresivas”. Desde el pasado otoño, con la reapertura del ocio nocturno, en la capital organizan ‘estáticos’ en las puertas de los bares y discotecas con más conflictos en la salida como medida preventiva. Por esta razón lo hacen uniformados, junto a un vehículo con la luz azul.
Aunque en Barañáin no se han registrado muchas más peleas, salvo en febrero y marzo, sí perciben cierta alteración en los hogares, reconoce Carlos Eransus, jefe de la Policía Municipal de esta localidad: “De un tiempo a esta parte tenemos más asistencias o llamadas relacionadas con problemas mentales”.
La pandemia, determina el subdirector de urgencias extrahospitalarias, “otra de las cosas que ha producido es una cierta afectación del estado mental y una cierta irritabilidad”. Los ciudadanos, aclara Betelu, suelen ser correctos. Hay algunos incidentes, en especial si hay consumo de pastillas, pero los percances graves son mínimos, y los sanitarios se sienten protegidos por los cuerpos policiales.
SIN RESPETO A LOS POLICÍAS
Cuando un grupo se comporta de forma inadecuada, los policías le instan a que cesen en su conducta. Pero ahora se enfrentan cada vez más a los agentes “de forma verbal y a veces incluso con resistencia física”, alerta Ruiz Gómara. En los primeros seis meses del año, Tudela ha detectado un aumento del 20% respecto al 2021 en las intervenciones con denuncia o propuesta de sanción por faltas de respeto y desobediencia. Y el año pasado ya habían duplicado las de 2019.
Por esta violencia, el jefe de la policía municipal tafallesa pide al Gobierno de Navarra que impulse el uso del táser, para la defensa de los agentes y “para evitar situaciones que se pueden complicar más, contra armas que pueden causar daños también al resto de personas”. Los policías deben pertrecharse con chalecos antibalas y antipunzón.
En Pamplona, indica Jesús Estanga, han aumentado la frecuencia de los entrenamientos. Cada tres o cuatro meses los agentes reciben una formación para enfrentar situaciones en las que, asegura, a veces reciben a los agentes con insultos y lanzamiento de botellas. De las 30 propuestas por resistencia o atentado contra la autoridad de la primera mitad de 2019 se ha pasado a las 66 este año. Estanga asegura que no detecta miedo o preocupación entre los policías porque también salen más preparados.
El jefe tudelano subraya que ya hace años que algunos hacen “caso omiso” a los agentes, aunque ahora las personas se vuelven contra las patrullas. “La falta de respeto a la gente mayor, a policías, médicos, profesores, no es postpandémico”, señala Patxi Martínez de Goñi, jefe de la Policía Municipal de Estella, donde han descendido las peleas.
La pandemia ha mermado la confianza de los ciudadanos en las instituciones, razona Sergio García. Los mensajes contradictorios o las medidas coercitivas que se alargaron han provocado que para muchos “la autoridad ya se considere como tal”, plantea el sociólogo. Se generó una “olla a presión” que ahora provoca pequeños estallidos, sobre todo entre quienes tienen “menos que perder”. García recuerda la falta de oportunidades para los jóvenes, con un paro elevado, a lo que se pueden sumar las drogas.
UN VERANO DE FIESTAS
“Estamos viviendo también las secuelas de ese daño psicológico, por eso es que tampoco hay un consumo desenfrenado ni unas fiestas tan alocadas como ocurrirán seguramente en el futuro a medida que nos vayamos alejando del recuerdo de la pandemia”, deduce Sergio García.
El ocio nocturno ha sufrido cambios en algunas localidades. En Pamplona, antes de la pandemia la población se repartía entre jueves, viernes y sábado. El viernes está ahora de capa caída y el tardeo de los sábados se populariza. En Tafalla, destaca el jefe de su policía municipal, la afluencia y los altercados dependen de la convocatoria de la discoteca: “Últimamente suelen ser más violentas las de los viernes al sábado”.
En Barañáin se ha adelantado un poco la hora de salida y vuelta a casa, aunque “no es una población excesivamente juerguista; hay una discoteca”, menciona Eransus. El ocio se desarrolla de manera similar a antes de la pandemia en Estella. Y en Tudela, aunque el número de asistencias por embriaguez de la Policía Local no ha variado, a Ruiz le sorprende que, ante las indisposiciones, los amigos “dejan en la acera” a los afectados.
Tanto entre los sanitarios como entre los policías hay incertidumbre por lo que pueda pasar en las celebraciones populares. Para Ondarra, “las primeras fiestas van a ser las de mayor número de actividad” y “para cuando lleguen las de Tafalla, en agosto, la gente ya estará más acostumbrada”. Con los Sanfermines al caer, los agentes en Pamplona están inmersos en sus preparativos. Estanga espera “muchísima gente” en la ciudad: “Pero esa va a actuar normal y el poquito que da más guerra va a ser bastante más complicado”. Pronto agrega que no cree que esta agresividad afecte a la población: “Al final lo vemos la policía, al que le toca alrededor, no creo que el sentir general lo perciba”.
Lo cierto es que la experiencia en las fiestas de Barañáin ha sido positiva. También en las del Puy en Estella, admite Martínez de Goñi: “Ninguno de los tres cuerpos tuvimos ninguna incidencia reseñable; típicas llamadas para quejarse del ruido…”.