Consecuencias del ataque en Barcelona
El terrorismo y la islamofobia se retroalimentan con cada atentado
“El terrorismo alimenta la islamofobia y la islamofobia ofrece réditos al terrorismo porque fractura la sociedad. Neofascismo y yihadismo son dos caras de una moneda que se alimentan”, explicó el filósofo Santiago Alba Rico
23AGO17 – MADRID.- La islamofobia ha crecido en España desde el atentado de Atocha. España es uno de los pocos países europeos inmunes hasta ahora a la extrema derecha. En 2016, los incidentes islamófobos (573) aumentaron en España más de un 100% respecto al año anterior, según un informe de la Plataforma Ciudadana contra la Islamofobia. Colectivos musulmanes temen ahora que se disparen aún más tras los atentados del 17 de agosto en Barcelona, atribuidos a una célula yihadista.
“Evitar ese miedo es muy difícil (…) Salir a la calle y que alguien te diga ‘vosotros sois los culpables’ es duro”, dijo esta semana a los micrófonos de la cadena local Telemadrid la portavoz del centro islámico de Fuenlabrada, una localidad situada al sur de Madrid, informó DPA.
Tras los atentados, la fachada de este centro amaneció con pintadas en rojo como “Muerte al islam” o “Dios está con nosotros”. Alguien dejó incluso una cabeza de cerdo ante la puerta. “Fue frustrante y humillante”, aseguró consternada su portavoz.
No es el único colectivo islámico que ha sufrido mensajes de odio y amenazas en las últimas horas, pese a que la comunidad musulmana en España, que cuenta con casi dos millones de fieles, ha lanzado estos días un mensaje contundente de condena a los dos atentados que el jueves de la semana pasada mataron a 15 personas e hirieron a más de 130.
El lunes, miles de personas se concentraron con mensajes “contra la barbarie” y la “sinrazón” en la céntrica Plaça de Catalunya de Barcelona, a pocos metros del lugar donde se cometió el atropello masivo que mató a 13 personas. “No en nuestro nombre”, gritaron.
“Tenemos que trabajar todos juntos para que nuestros jóvenes catalanes y musulmanes no abracen ideologías perversas que no tienen justificación ni explicación y que no tienen que ver con nuestra religión”, expresó una portavoz musulmana ante un micrófono.
En Cataluña, región donde se cometieron los atentados y donde vivían los presuntos autores, varias mezquitas aparecieron con pintadas como “Vais a morir” o “P… moros”. En las redes sociales, el lema “StopIslam” se convirtió en tendencia el día de los ataques.
“Estamos ante una brutal ola de islamofobia. Detectamos mensajes de WhatsApp muy salvajes y muy masivos”, advirtió en declaraciones al diario “El País” Esteban Ibarra, coordinador de la Plataforma Ciudadana contra la Islamofobia.
Estos episodios, si bien aislados, no tuvieron tanta repercusión en España tras el 11-M, el ataque yihadista que en 2004 mató a casi 200 personas con bombas en varios trenes suburbanos de Madrid, la mayor masacre terrorista cometida en las últimas décadas en suelo europeo.
“En aquel entonces, el terrorismo yihadista era algo muy lejano y la guerra de Irak (apoyada entonces por el Gobierno español de José María Aznar) había provocado mucho rechazo en España. Quizá eso contribuyó a que la gente no lo asociara con el islam”, explica a dpa Sergio García Magariño, doctor en Sociología, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos y experto en terrorismo yihadista.
“Uno de los cambios sociales que se han producido desde entonces es que la islamofobia ha crecido en España. Aunque no ha tenido canalización política, como en otros países de Europa, las encuestas lo registran”, asegura el profesor universitario.
Los expertos coinciden en afirmar que islamofobia y terrorismo se retroalimentan. “El terrorismo alimenta la islamofobia y la islamofobia ofrece réditos al terrorismo porque fractura la sociedad. Neofascismo y yihadismo son dos caras de una moneda que se alimentan”, explicó al diario El País el filósofo Santiago Alba Rico, autor de “Islamofobia. Nosotros, los otros, el miedo”.
“Normalmente, en los contextos donde la islamofobia y los prejuicios son más altos, los procesos de radicalización (en el islam) se incrementan porque los agentes de radicalización encuentran mayor justificación para convencer”, dice a dpa García Magariño.
La mayoría de los presuntos miembros de la célula yihadista a la que se atribuyen los atentados de Barcelona y de Cambrils eran jóvenes de origen marroquí crecidos y educados en España.
En su entorno, en la localidad catalana de Ripoll, nadie puede creer que se convirtieran en terroristas. Sus vecinos y familiares los retratan como chavales normales que trabajaban y jugaban al fútbol.
“Cuando se habla de la integración, es fácil ver elementos superficiales como el idioma o la participación en actividades, pero la exclusión social adopta muchas veces formas que no son tan fácilmente visibles”, explica García Magariño.
“Pueden ser personas que han nacido en España, han ido a un colegio, tienen un trabajo, pero no se sienten igual de acogidas por el hecho distintivo de ser musulmanas. Yñesa identidad musulmana, que muchas veces es frágil al principio, se puede volver muy fuerte”, continúa.
España es uno de los pocos países europeos inmunes hasta ahora a la extrema derecha. Pese al importante desempleo y a las altas tasas de inmigración, no hay un partido político xenófobo, algo que los expertos explican por la “la memoria de la dictadura franquista” (1939-1975) y por el surgimiento del partido izquierdista Podemos, que “canalizó el descontento” surgido a raíz de la crisis económica “sin introducir elementos de discriminación” hacia los inmigrantes.
“Es difícil saber lo que puede ocurrir en el futuro, pero espero que no surja un partido ultraderechista porque eso azuzaría los procesos de radicalización”, concluye García Magariño.