Los expertos alertan de que la relajación de muchos vacunados está favoreciendo que el coronavirus se propague y recuerdan la necesidad de mantener siempre las medidas de prevención como la distancia social, la higiene y la ventilación
Publicado el 06/12/2021 a las 06:00
Hace poco más de dos meses, el Instituto Navarro de Salud Pública y Laboral de Navarra (ISPLN) publicaba uno de los informes de vigilancia epidemiológica más optimistas desde que comenzó la crisis sanitaria. Según rezaba el documento, se observaba una incidencia de infecciones “por debajo del umbral epidémico tras catorce meses de actividad epidémica ininterrumpida”. La mejoría se atribuía entonces a la extensiva vacunación y al “agotamiento de la capacidad de difusión de las sucesivas variantes” del coronavirus. “Salvo que aparezcan nuevos factores inesperados, podemos estar ante la finalización de la situación pandémica en Navarra”, destacaban los autores del informe correspondiente al periodo del 13 al 19 de septiembre, aunque seguidamente matizaban de que la covid-19 seguiría presente en forma de “epidemias estacionales”. Poco después, el Gobierno de Navarra anunciaba el final de las restricciones a partir del 30 de septiembre, salvo las mascarillas en lugares públicos cerrados, y todo parecía indicar que la pandemia comenzaba a convertirse en un mal recuerdo.
Este espejismo duró poco, aunque la situación no se torció tan alarmantemente como para justificar un cambio brusco en la relajación de las medidas restrictivas. Para entender el desarrollo de los acontecimientos posteriores hay que fijarse en la evolución del número reproductivo de la covid, conocido entre los expertos simplemente como R. Este valor se utiliza para describir la intensidad con la que se propagan las infecciones. Cuando está por debajo de 1, significa que los contagios van remitiendo, pero si lo supera indica que el patógeno se está extendiendo de forma creciente entre la población. El número R llegó en Navarra a su nivel más bajo el 22 de septiembre con 0,5, momento a partir del que comenzó a subir poco a poco, con pequeños altibajos, hasta que a mediados de octubre superó el valor 1.
Durante una semana, del 17 de octubre al 24 de octubre, se mantuvo por encima del valor que determina el nivel de propagación creciente. Y tras unos días vacilantes ligeramente por encima y debajo del 1, lleva desde el 30 de octubre y hasta la fecha superando la barrera de expansión, por lo que solo era cuestión de tiempo que la situación epidemiológica se descontrolara. “A principio de noviembre, los datos eran claros. Ya había una explosión de casos en toda Europa, aunque se atribuía a una tasa de cobertura vacunal más baja que en España. Aquí las cifras empezaron a subir tres semanas después, aunque Navarra iba una semana y media adelantada.
Se evitó tomar medidas preventivas porque se esperaba que no fuera tan grave, pero cuanto más tarde se corta el ritmo de propagación, más cuesta bajar los contagios”, advierte Francesc Pujol, experto en análisis de datos que sigue la evolución de la pandemia desde sus orígenes. Tras recalcar que el no es un experto sanitario y que sus reflexiones se limitan puramente a lo estadístico, Pujol destaca que, desde hace unas semanas, cada vez era más improbable que en España no se reprodujera la situación de Europa pese a la elevada vacunación.
RELAJACIÓN DE LOS VACUNADOS
Buena parte del agravamiento de la pandemia puede atribuirse, según los expertos consultados, a la relajación cada vez más generalizada de los vacunados, que perciben que la protección colectiva alcanzada permite recuperar buena parte de las rutinas precovid. “El virus puede infectar a las personas vacunadas. Nos estamos liberando de las medidas preventivas por la falsa sensación de protección que dan las vacunas. Queremos pasar página, pero no nos podemos olvidar de que el virus sigue ahí”, advierte Isabel Sola, doctora en Biología Molecular e investigadora del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Esta experta en coronavirus observa que todos los países han ido bajando la guardia en los últimos meses y recuerda que Reino Unido eliminó todas las restricciones desde el pasado 18 de julio. En otros lugares, como Bélgica y Holanda, no se ha sido tan estricto en el uso de mascarillas, lo que se suma a la caída de temperaturas que ha llevado a la gente a reunirse en el interior de los locales, “una circunstancia idónea para que el virus vaya saltando de un huésped a otro”, apunta Sola.
Raquel Ordóñez Ciriza, investigadora postdoctoral en el Institute for Systems Genetics de la New York University (NYU), explica que toda vacuna, incluidas las desarrolladas contra la covid-19, ayudan al organismo a “reconocer y desarrollar defensas frente a un agente patógeno”. “Por lo tanto, las vacunas no eliminan el virus ni evitan la infección, sino que nos ayudan a nuestro sistema inmune a responder rápida y eficazmente para frenar su avance”, señala. Esta graduada en Bioquímica por la Universidad de Navarra realizó su tesis doctoral en el Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) sobre la epigenética en tumores hematológicos, aunque ahora está inmersa en un proyecto relacionado con el coronavirus.
Ordóñez dice que el aumento de contagios se vive en Nueva York “con más cautela que alarma” y todos esperan que no se repitan los “momentos muy crudos a principios de la pandemia”. La autoridades neoyorkinas establecieron hace meses que la vacunación fuera obligatoria para entrar en bares, restaurantes o cafeterías, medida restrictiva que también se extendió a museos, teatros, eventos deportivos o gimnasios: “Ya entra en la normalidad del día a día y nos ha permitido volver a aforos y actividades prepandemia en nuestra rutina. Además, se esta apostando sobre todo por la vacunación. Todos los adultos pueden ponerse ya la tercera dosis de refuerzo y los niños menores de doce años han empezado a vacunarse desde hace unas semanas”.
Desde el punto de vista de Sergio García Magariño, doctor en Sociología por la Universidad Pública de Navarra, “parece que no se han aprendido bien algunas lecciones básicas” respecto a la pandemia: “Cantamos victoria demasiado rápido y hubo una aceleración vertiginosa hacia la normalidad que incrementó el consumo, el ocio o la demanda de productos a pesar de que el virus seguía ahí”. Tras achacar la actual crisis sanitaria a la “explotación medioambiental” y a la “hiperdensidad de las relaciones sociales globales”, García Magariño cree que ha habido una “ambivalente y contradictoria” pedagogía social por parte de las instituciones que ha contribuido al repunte de la pandemia. “El fortalecimiento de la salud primaria no ha estado a la altura de la circunstancias y, de hecho, ahora mismo no existen rastreadores”, lamenta pese a reconocer que el agravamiento de los contagios era “difícil de prever”.
BUMERÁN INSOLIDARIO
Según explican los expertos, la covid, al igual que otros virus, invade y destruye las células para replicarse. Por cada célula infectada, un coronavirus puede producir hasta 100.000 copias de sí mismo en 24 horas, una agresión que se va multiplicando con el paso de los días y cuyos daños se acumulan salvo que el sistema inmunológico le ponga freno. Muchas de estas copias presentan pequeñas mutaciones que, según explica Raquel Ordóñez, “tienen mínimo o ningún efecto sobre el comportamiento del virus”.
“Sin embargo, otras pueden afectar sobre su facilidad de propagación, la gravedad de la enfermedad, la eficacia de las vacunas y tratamientos”, advierte esta científica. La carga vírica en una persona que presenta síntomas graves es, de media, sesenta veces mayor que en otra leve y cuanto mayor es la carga vírica también aumenta el tiempo durante el que puede contagiarse la enfermedad. “Aunque la carga vírica varía de una persona a otra, un vacunado tendrá siempre menos virus si se contagia que si no estuviera inoculado”, apunta Isabel Sola. Por tanto, la falta de vacunación en África ha convertido a este continente en un terreno fértil para que aparezcan las mutaciones.
La aparición de nuevas cepas de la covid no es el único problema que afrontan los países occidentales, que también se ven amenazados por un creciente descontento social que, según García Magariño, surge por una combinación de factores entre los que incluye el pujante cuestionamiento de “todo tipo de autoridad” y la fatiga social por las restricciones que se han prolongando muchos meses. Este clima se ha visto favorecido por “la imposición sin razones o con mala pedagogía”, lo que “siempre genera una crispación que, antes o después, estalla”. “Además, en muchos países hay grupos antisistema violentos minoritarios, de izquierdas y de derechas, que se aprovechan de cualquier manifestación en contra de la autoridad para generar caos y destrucción”, explica este sociólogo.
MEDIDAS COMBINADAS
Todos los testimonios recabados para este reportaje recalcan que no existen soluciones mágicas para acabar con el agravamiento de los contagios que se está viviendo en todo el planeta. De hecho, el aumento de la vacunación solo puede ser un instrumento más que, si no se combina con el resto de medidas ya conocidas, no resultará eficaz. “La idea es que estemos lo más protegidos posible y para ello hay que sumar elementos que sabemos que funcionan. Eso significa que no basta con la vacuna, sino que hay que seguir manteniendo las medidas preventivas no farmacológicas, como distancia social, ventilación, mascarillas e higiene de manos. La población debe mentalizarse de que no hay una medida única que dé un resultado, sino una combinación de ellas que juntas resultan efectivas”, recalca Isabel Sola.
Esta experta en coronavirus admite que, de momento, se sabe “relativamente poco” de ómicron salvo que cuenta “con una secuencia de mutaciones muy por encima de las otras variantes conocidas”. Aunque cuantas más diferencias hay más posibilidad de que haya cambios en el comportamiento del virus, Sola explica que “no se puede predecir si estos aumentarán su infectividad o peligrosidad”. Por tanto, afirma que lo único que se puede hacer es “aumentar la vigilancia epidemiológica para hacer un seguimiento de los casos mediante análisis específicos”. Raquel Ordóñez añade que la ciencia cuenta con capacidad para seguir la evolución de las variantes e incluso se pueden “reformular y adaptar” las actuales vacunas como se hace cada año con la gripe: “Si existe una preocupación real por una variante que puede cambiar potencialmente el comportamiento del virus, sería absurdo y temerario ignorarlo y no frenar y readoptar las medidas que sabemos que funcionan hasta que hagamos de esta variante una molestia y no una amenaza”.
EFECTIVIDAD DE LAS VACUNAS
El inesperado agravamiento de la crisis sanitaria también ha contribuido a reforzar a quienes cuestionan la eficacia de la vacunación. El altísimo porcentaje de población inoculada constata que estas posiciones son minoritarias, pero el imprevisto aumento de los contagios ha dado oxígeno a las voces que, tergiversando los datos, ponen en cuestión la evidencia científica. Para Isabel Sola no hay duda de la capacidad de las vacunas para combatir a la covid pese a que no hagan desaparecer al virus. “La vacunación es efectiva como demuestra que la mayoría de los pacientes UCI no están inoculados. Tras un año, hay tantas evidencias científicas de la seguridad y la efectividad de las vacunas que cualquier objeción se cae por su propio peso”, sostiene. Raquel Ordóñez reconoce que las dudas que puedan tener algunas personas son “respetables y razonables”, pero les invita a huir “de bulos y conspiraciones” e informarse a través de “fuentes fiables” como los médicos y los científicos.
Quienes se oponen obstinadamente a la vacunación no responden a un perfil específico. El sociólogo Sergio García Magariño indica que muchas de las personas a las que se les llamaría ahora “antivacunas” nunca se definirían a sí mismas de esa forma. “Hay simpatizantes de las medicinas alternativas, hippies, oportunistas, algunos ecologistas extremos, algunos animalistas, personas conspiranoicas que fantasean con las ideas de una élite que controla el mundo, rebeldes sin causa que buscan afirmarse ante cualquier disidencia, jóvenes y ancianos con miedo, algunos grupos religiosos fundamentalistas y personas de cualquier ideología y de cualquier clase social”, sintetiza. Esta minoría de irreductibles va a estar sometida a una creciente presión para pincharse ante la evidencia de que incluso elevados porcentajes de vacunación son insuficientes para lograr la inmunidad de rebaño. A ello se une el elevado coste que supone el tratamiento de quienes enferman gravemente por no haberse vacunado y las consecuencias, en forma de retrasos sobre pacientes con otras patologías, que provocan en un sistema hospitalario saturado.
TEST PARA LA NAVIDAD
Todos los expertos consultados cuentan con argumentos para cuestionar por insolidarios a quienes se niegan irracionalmente a vacunarse, pero, al mismo tiempo, albergan dudas de que sea legítimo forzarles. El sociólogo Sergio García Magariño admite que la noción de libertad que ha prevalecido hasta la fecha “entra en colisión con otro tipo de libertad relacionada con la interdependencia y la vida comunitaria”, sobre todo cuando el agravamiento de los contagios conlleva restricciones colectivas a la libertad, pero no cree que debería obligarse a la vacunación. Para Raquel Ordóñez lo ideal sería que la gente se vacunara “por convicción” e Isabel Sola admite que existe “un debate jurídico entre derechos individuales y derechos colectivos”. No obstante, la investigadora del CSIC considera que en otros ámbitos prima el bien colectivo: “Por ejemplo, el seguro obligatorio de los coches no para proteger al propietario, sino de las consecuencias de un accidente a terceros”.
Con todo este panorama en mente y ante la cercanía de las vacaciones de Navidad, los expertos recomiendan recuperar las mismas medidas preventivas que hace un año: grupos pequeños, higiene de manos, ventilación, distancia social y uso de mascarillas en cuanto se deje de comer. Isabel Sola también aboga por añadir a esta batería los test, sobre todo porque el 80% de las infecciones son leves, algo a lo que han contribuido las vacunas. “Lo que nos van a permitir los test es identificar a quienes son contagiosos, aunque no tengan síntomas. Si al virus le damos la oportunidad, la aprovechará, sobre todo si vamos relajando las medidas de prevención que hemos mantenido hasta la fecha”, aconseja.