Personalidades de diferentes ámbitos profesionales y segmentos de la sociedad, coordinados por el equipo de la plataforma gobernanza.es, han emprendido una iniciativa para invitar al gobierno de España a abanderar un movimiento internacional que plantee respuestas ante el coronavirus teniendo en cuenta una serie de objetivos a medio plazo. Lo que les mueve a tomar esta iniciativa, tal como se lee al final del manifiesto, es doble. Por un lado, la preocupación de que, si se elige el sendero contrario a la integración, la cooperación y la sostenibilidad, el de la vuelta a la soberanía nacional ilimitada, el de la competición sin reservas, el del prejuicio —sea este nacional, étnico, de género, religioso, de clase, ideológico—, el de las políticas económicas de crecimiento mediante la explotación humana y ambiental, el del péndulo entre el populismo y la tecnocracia, la crisis no nos habrá reforzado, sino que nos habrá dejado en una condición más débil para responder con efectividad ante futuras amenazas en ciernes. Por otro lado, les mueve la esperanza de que este momento es una ventana de oportunidad única para realizar cambios valientes que, desde hace décadas, han demostrado ser necesarios, pero que exigen gran altura de miras, intrepidez y generosidad.
Aunque el manifiesto es muy específico, y aborda cuestiones, tales como la creación de un comité ejecutivo al servicio de la Asamblea General de la ONU con competencias y autoridad para responder ante pandemias, sustrayendo esta función del Consejo de Seguridad, o la realización de una apuesta por la economía y el liderazgo circular, me atrevo a decir que en el trasfondo de la misma subyacen cuatro nociones que reclaman atención inmediata para informar las políticas públicas.
La primera es la necesidad de actuar en colaboración con otros gobiernos y organismos internacionales y de formalizar sistemas con mayores niveles de integración dotados de autoridad y recursos para responder ante esta y futuras amenazas globales y al impacto económico que se experimentará en los próximos años. El unilateralismo y el repliegue en identidades exclusivas en oposición solo puede acrecentar la crisis y alimentar nuevos conflictos.
La segunda se relaciona con el cuidado del planeta al definir las políticas económicas y de desarrollo, con invertir, tal como sugiere la reciente carta del Club de Roma a los líderes mundiales, en las personas y en sectores económicos relacionados con las energías renovables, la sostenibilidad cognitiva y ambiental, la regeneración de la biodiversidad y la economía circular. Lo que se plantea es que esta es una oportunidad histórica para trascender el modelo económico vigente que está colapsando el medio ambiente, genera desigualdades, es altamente dependiente, provoca fracturas sociales y que, por lo tanto, propicia un caldo de cultivo idóneo para la emergencia de otras pandemias. Se debe tomar conciencia de que el planeta vive una crisis de largo alcance, más allá del Covid-19, que implica diversos desafíos interconectados.
La tercera se conecta con la idea de avanzar hacia un modelo de organización política, económica, jurídica y social más cooperativo, donde la ética del cuidado, los valores históricamente asociados con la mujer y una racionalidad ampliada y sensible, no exclusivamente instrumental, estén presentes. El nivel de acción colectiva que se requiere para responder ante problemas similares al de la actual pandemia se entorpece cuando los efectos de la ambición de poder, los intereses particulares, el conflicto partidista y la batalla ideológica no se neutralizan con una determinación inquebrantable e intersectorial con la búsqueda del bien común.
Por último, se plantea el imperativo de organizar la vida colectiva alrededor del aprendizaje, la generación de conocimiento y la deliberación. Las grandes decisiones políticas que se han de tomar para responder ante los desafíos que nos depara el futuro requieren aprendizaje y un tipo de conocimiento que todavía no se ha generado. No son cuestiones exclusivamente técnicas, ni en el ámbito de la salud ni en el de la economía, aunque requieran el conocimiento experto, sino decisiones políticas, éticas y prácticas que han de incluir la reflexión sobre los principios y las diferentes concepciones de la justicia o el bien común. La generación de un sistema de aprendizaje y de inteligencia colectivos que vertebre toda la vida social probablemente sea el principal, el más complejo e importante desafío.
El manifiesto, además de ir acompañado por una lista de firmantes (entre los que figuran en su página inicial Augusto Lopez Claros, exdirector de indicadores del Banco Mundial, los filósofos Daniel Innerarity y Arash Arjomandi, el empresario Joaquim Coello, el teólogo Juan José Tamayo, la exdirectora de comunicación del Grupo Santiveri Tareixa Enriquez, la exeurodiputada Guadalupe Ruiz Giménez o el activista Esteban Ibarra), va acompañado de un vídeo explicativo. Además, se prevé la publicación de un corto donde personalidades relevantes del país se hacen eco del mismo y solicitan al gobierno que tome en cuenta las recomendaciones.