Las crisis son oportunidades para crecer, para desarrollarse, para emerger del caos con un nuevo orden más complejo y rico. No obstante, experimentar una dificultad, ya sea esta individual o social, no garantiza, por sí solo, el progreso y el aprendizaje: debe haber un esfuerzo consciente por identificar lecciones y una voluntad y determinación fuertes para realizar ajustes a las pautas de comportamiento y a las dinámicas institucionales.
La pandemia de la covid-19 ha abierto debates nuevos, ha suscitado cambios cuyas consecuencias son impredecibles, ha engendrado algunos problemas novedosos y ha establecido unos curiosos patrones relacionales que difieren sustancialmente de los existentes anteriormente.
Por ello, y a fin de que el proceso creativo y experimental forzado al que parece estar sometido el mundo tome un curso constructivo, sería positivo extraer al menos diez lecciones de esta crisis.
1. El cambio climático exige transformar el modelo de desarrollo y el sistema de gobernanza mundial
La recurrencia de las epidemias y las zoonosis en los últimos años no se explica sin las transformaciones medioambientales del planeta como resultado de la acción humana. La covid-19 debe ser un recordatorio de que la amenaza climática es superior y tan real como la amenaza inminente del terrorismo o de las armas de destrucción masiva. No obstante, abordar el cambio climático con éxito exige un enfoque mundial y una revisión profunda de las bases sobre las que se erige nuestro sistema de producción, de comercialización, de procesamiento y de consumo.
2. La cooperación internacional debe reemplazar a la competición y al conflicto
Hace un siglo, los procesos sociales no eran tan complejos ni estaban tan interconectados. No obstante, ante fenómenos colectivos, donde el bien común se debe colocar por encima del bien individual, y donde la protección personal solo puede alcanzarse mediante la protección del grupo, se requieren sistemas cooperativos. La cooperación, además de manifestarse en el ámbito de las relaciones, debe cristalizar en forma de instituciones que la faciliten. Fortalecer el marco de las Naciones Unidas, con ajustes importantes que se vienen señalando desde hace décadas, puede ser un buen espacio por el que comenzar.
3. La globalización deslocalizada genera fragilidad, dependencia y vulnerabilidad
La escasez de mascarillas, geles o papel higiénico durante los primeros meses de pandemia puso de relieve que la localización de las industrias productoras exclusivamente en base al coste y la calidad de la mano de obra, bajo el supuesto de que en 24 horas cualquier producto podría llegar a cualquier zona del mundo, no era tan racional como parecía. Anclar al menos algunas industrias básicas en el ámbito local, no solo reduce la contaminación asociada con el transporte, sino que aumenta la autosuficiencia y la resiliencia ante impactos inesperados.
A su vez,la comunidad geográfica se reivindicó como el espacio social básico para la socialización, el apoyo mutuo y la organización económica. La modernización diluyó las comunidades tradicionales y trajo comunidades virtuales y de adscripción para satisfacer el impulso inherentemente humano de pertenecer al grupo. Probablemente, esta ruptura histórica liberó a las personas de formas de dominación y de opresión sutiles vinculadas con las comunidades tradicionales. Empero, las comunidades virtuales y de adscripción no son suficientes como espacios para la experimentación y la acción colectiva necesarios para responder ante una crisis profunda como la actual ni para crear modelos de organización económica locales y sostenibles. La asistencia más básica durante la pandemia, así como la infusión de ánimo y de esperanza, también provino principalmente de las comunidades locales, de barrio, surgidas, cual ave fénix, de las cenizas de la modernidad y pendientes de reformarse para adoptar una forma todavía no perceptible.
4. Es necesario redefinir el significado de la seguridad nacional
En las mentes de las grandes mayorías este concepto evoca imágenes de establecimientos militares bien equipados, ejércitos y fuerzas armadas listas para defender los intereses nacionales ante posibles ataques reales o imaginarios de posibles agresores. Pero la covid-19 nos ha demostrado que, en medio de una pandemia, las armas más sofisticadas y destructivas son totalmente inservibles: una bomba atómica no es efectiva en la lucha contra un virus. Tal vez la seguridad nacional tendrá que verse ahora desde la perspectiva del bienestar humano, de la habilidad de gobiernos para tener infraestructuras de salud bien preparadas, de poder contar con un medio ambiente sano, de tener los recursos necesarios para seguir educando a los niños y jóvenes en preparación para un mundo y una economía cada vez mas complejos.
5. Restablecer las prioridades del gasto público
La covid-19 ha encontrado a la gran mayoría de los países totalmente sin preparación para lidiar eficientemente con sus consecuencias devastadoras. Incluso países de altos ingresos han visto sus hospitales y sistemas de salud pública colapsados. Sin embargo, en medio de la pandemia, [según datos del FMI], se sigue gastando el equivalente del 6.3% del PIB global en subsidiar la energía (gasolina, electricidad, gas natural, carbón), empeorando así el cambio climático y también la desigualdad económica, pues el 60% de los beneficios de estos subsidios acaban en manos del 20% mas rico de la población. Frente a los altos niveles de extrema pobreza, desnutrición y analfabetismo en el mundo, esto representa un desperdicio masivo de recursos, rozando lo criminal. Debería darse un debate amplio, serio, sobre las prioridades del gasto público ante un escenario futuro de requerimientos fiscales importantes como consecuencia del cambio climático y de los desafíos asociados a presupuestos ya desequilibrados por la misma crisis. Las prioridades también habrían de incluir a los sistemas de salud pública puesto que la tendencia había sido priorizar la medicina especializada sobre la atención primaria y, en ocasiones, reducir el presupuesto general de la salud pública.
6. Ampliar las esferas de la protección social
Una característica del coronavirus y otros patógenos similares en un mundo globalizado es que representan riesgos para toda la especie humana. La viruela, que hasta el año 1967 infectaba a 15 millones de personas anualmente y era mortal para 2 millones de ellas, fue finalmente erradicada en 1980, tras la declaración de la Organización Mundial de la Salud de que casi toda la población del mundo se había vacunado. Cerrar las fronteras no garantiza la eliminación del riesgo de contagio, además de ser una medida política ineficiente, dados los altos grados de integración de las economías del mundo. Una solución mas realista —y ciertamente menos perjudicial para la prosperidad humana que intentar entrar en un proceso pleno de desglobalización— es expandir el acceso a la salud y a las protecciones sociales básicas de un porcentaje mucho mayor de población del mundo; no solo en función de criterios de solidaridad sino también para minimizar el riesgo sistémico —tanto de colapso económico como de vidas humanas— que entraña desproteger a poblaciones que son especialmente vulnerables a las pandemias: se ha de proteger a los vulnerables para proteger a su vez a todos.
7. La confianza debe cultivarse y preservarse
Responder ante una pandemia exige una perspectiva informada por el principio de la interconexión. Sin el concierto de todos, la respuesta no es efectiva. La confianza ha de fomentarse tanto entre países, como entre segmentos de la sociedad y entre los gobernantes y gobernados. La comunicación institucional y mediática, para contribuir a ello, debe ser clara, consistente, persistente y didáctica.
El clima de polarización ha de evitarse a toda costa; esta es un arma que puede destruirnos. El lenguaje tiene consecuencias; la erosión democrática evoluciona imperceptiblemente; la cohesión social es un valor que no puede darse por sentado puesto que, cuando desaparece, toma décadas volverla a restituir. Por último, apelar a la cooperación ciudadana nutre la confianza y es más efectivo, a medio plazo, que intentar modificar el comportamiento a golpe de ley y de autoridad coercitiva; aunque estas puedan ser necesarias excepcionalmente.
8. La hora del periodismo profesional
La información es fundamental. No obstante, el exceso de información sin verificar, sin interpretación y sin sentido claro, intoxica y genera problemas adicionales. El déficit entre la cantidad de información en circulación y la capacidad cognitiva para digerir dicha información acrecienta la crisis sanitaria. El papel mediador del periodismo profesional debería ensalzarse y fortalecerse. Esto no significa que los grandes medios hayan estado a la altura de las circunstancias siempre, pero subraya la relevancia que tienen para la democracia y la respuesta colectiva ante fenómenos comunes.
9. El ámbito de las decisiones políticas
El conocimiento experto debe alimentar las políticas públicas, pero las políticas públicas no pueden depender simplemente del conocimiento experto: han de enriquecerse mediante la deliberación en diferentes niveles y con diferentes actores. Las instituciones, además, deben convertirse en estructuras que incorporen los aprendizajes basados en la experiencia a su funcionamiento. El ámbito de las decisiones políticas no es una esfera técnica, sino práctica, por lo que siempre existen diferentes cursos de acción posibles que se moldean por distintas nociones de lo que implica el bien común en cada momento.
10. La digitalización, el teletrabajo y la educación virtual son estrategias transformadoras
No obstante, estas estrategias, en la mayor parte de los casos, deben verse como elementos de apoyo a las relaciones humanas presenciales y no como un sustituto. El teletrabajo, y la educación virtual en particular, conllevan desigualdades nuevas y más sofisticadas que colocan en una situación mucho peor a aquellos que ya partían de condiciones de desventaja. La escuela, en las etapas inferiores principalmente, es un elemento igualador como pocos, un espacio de mediación entre la familia y la sociedad irreemplazable.
La conexión a internet y los espacios apropiados para el estudio y el trabajo no son iguales en todos los hogares; como tampoco lo son los recursos cognitivos y emocionales de las familias para apoyar a sus niños. El teletrabajo no es posible en muchas profesiones y, en las que sí lo es, a veces supone la ruptura de la sana separación entre las horas laborales y las horas familiares y de ocio.
Existen muchas otras cuestiones técnicas relacionadas con la gestión de una pandemia. No obstante, este decálogo podría condensar las principales lecciones que deberían introducirse en el proceso de toma de decisiones sobre las políticas y la acción colectiva. Esperemos que la llegada de la ansiada vacuna no nos haga olvidarlas. Los problemas éticos, políticos y prácticos, tal como se indicó arriba, no se solucionan solo con medidas técnicas: requieren conocimiento experto, debate, reflexión y, en última instancia, aprendizaje.